CUENCA

CON LOS OJOS ABIERTOS
Cuenca, Belmonte, Uclés, Saelices

Las Casas Colgadas se llevan casi toda la fama en tierras conquenses. Pero el monasterio de Uclés y el espectacular castillo de Belmonte tendrían que ser paradas obligatorias en una ruta que también debería incluir el escenario imperial de Segóbriga.

Casas Colgadas de Cuenca © viamagicae

Es comprensible, sin embargo, que las vertiginosas viviendas hayan cuajado como imagen icónica de la ciudad. Asomadas como están al abismo sobre la Hoz del Huécar, recuerdan el empeño de la Cuenca medieval por aprovechar hasta el último metro disponible de un espacio urbano asentado en lo alto de los riscos y abrazado por el curso de dos ríos.

Los impresionantes balcones voladizos de esas edificaciones de seiscientos años no son, de cualquier forma, lo único atrayente de una población histórica. Por ella pasaron cristianos, judíos y musulmanes y en ella existe una leyenda para cada esquina y cada piedra. La gran mezquita que hubo aquí fue derribada para levantar una de las más tempranas catedrales góticas de España; se empezó en el siglo XII, cuando el románico mandaba en territorios cristianos, pero los cortesanos normandos de Leonor de Plantagenet, esposa del rey Alfonso VIII, aconsejaron adoptar el nuevo estilo que se abría paso en Europa. Entre los muros del templo, cuenta la tradición, permanece escondido nada menos que el Santo Grial.

Casas Colgadas de Cuenca [2] © viamagicae

A unos setenta kilómetros al oeste de la capital se levanta el monasterio de Uclés, que asentado sobre las piedras de una vieja fortaleza árabe domina una villa de antiquísimo origen. El mismo Alfonso VIII la donó a los caballeros de la Orden de Santiago, y ellos reforzaron el uso militar del anciano bastión. Ampliaron y robustecieron las fortificaciones, y las mantuvieron hasta que, con los siglos y el final de la Reconquista, buena parte de su sentido desapareció. Así que en el XVI se derribó parcialmente aquel baluarte para empezar el actual y magnífico monasterio, que conserva fragmentos de las viejas defensas y un aspecto a medio camino entre lo espiritual y lo guerrero.

Ciertas piedras mucho más antiguas que las musulmanas fueron también usadas en esa construcción: los sillares de la cercana Segóbriga, un despampanante yacimiento romano al que por entonces no se daba especial valor. Con expolios y todo, la majestuosidad de esta ciudad dos veces milenaria continúa percibiéndose en los vestigios del foro, el teatro, las termas y el circo. Entre todos esos mármoles se instalaron los visigodos cuando el imperio se desplomó, y luego de su marcha vinieron largos siglos de olvido y abandono.

Castillo de Belmonte © viamagicae

Más al sur, las tierras de Cuenca guardan otro tesoro histórico enormemente singular. Y es que el castillo de Belmonte conserva casi el mismo aspecto exterior que tenía hace más de quinientos años, cuando el marqués de Villena ordenó su construcción. Castilla vivía tiempos agitados y el noble quería contar con una defensa sólida sin renunciar al lujo de una residencia principesca. De ambas cosas hizo el gigantesco complejo, que consiguió llegar en pie hasta el siglo XIX. Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia, se gastó entonces verdaderas fortunas en restaurar y poner a su gusto el vetusto e imponente mamotreto del marqués.

Monasterio de Uclés [2] © viamagicae

Vista aérea de la ciudad romana de Segóbriga © viamagicae

Fachada de la catedral de Cuenca © viamagicae