LAS BARDENAS REALES

Navarra

Un chamán apache, un astronauta o un elefante imaginado por Dalí. Cualquiera de esas figuras podría encajar bien en los alucinantes y desérticos parajes de las Bardenas, al sur de Navarra; un territorio insólito con una insólita historia.

Bardenas Reales © viamagicae

El tiempo, el cierzo y las lluvias, escasas pero torrenciales, han modelado las Bardenas que hoy podemos recorrer, y volverán a transformar su paisaje en cuestión de pocas décadas. Pero este seguirá siendo un lugar único. Un lugar que hoy es parque natural y hace más de mil años, cuando se libraba la Reconquista, hacía de frontera entre el reino navarro y los dominios de la media luna. Fue entonces cuando los monarcas cristianos iniciaron la costumbre de otorgar derechos sobre estos terrenos a quienes les ayudaban en sus empresas bélicas. Era una forma de recompensar los servicios y de repoblar, en lo posible, las tierras reconquistadas.

El paisaje de las Bardenas Reales tiene algo de onírico. Sin apenas vegetación, con zorros, buitres, reptiles y toda una fauna de supervivientes recorriéndolo, cubre más de cuatrocientos kilómetros cuadrados de protuberancias rocosas, depresiones, cerros, mesetas y barrancos. Pero ninguna de las formaciones resulta tan peculiar como los cabezos, una especie de pináculos de roca cuyos materiales superiores han ofrecido mayor resistencia a la erosión y añaden al escenario cierta apariencia lunar. Es uno de ellos, llamado Castildetierra, el que ha terminado por convertirse en fotogénico símbolo de este espacio.

Bardenas Reales [1] © viamagicae

A pesar de lo árido e inhóspito del entorno bardenero, sus huellas prehistóricas demuestran que el hombre ha pululado por la zona desde tiempos remotos. A la secular presencia de cazadores y pastores se acabaría uniendo la de proscritos que buscaban refugio en estos desiertos, y también la de viejos soldados que, no sabiendo muy bien qué hacer en tiempos de paz, se convertían en salteadores de caminos.

Aunque no son pocas las historias de malhechores y bandoleros que se relacionan con este lugar, la del temible Sanchicorrota las ha eclipsado a todas. El bandido recorrió las Bardenas en la primera mitad del siglo XV, sembrando el terror al frente de su cuadrilla y haciéndose amo y señor de la región. Se dice que su escondrijo, una cueva que todavía existe, fue excavado por algunos hombres a quienes el criminal asesinó para que nadie pudiese revelar la ubicación del cubil.

Bardenas Reales [2] © viamagicae

El perseguido Sanchicorrota, cuenta también la tradición, le calzaba a su caballo las herraduras al revés para despistar a las tropas reales, pero la suerte se le acabó cuando Juan II, harto de sus fechorías, reunió a doscientos hombres y los lanzó tras el bandido. Viéndose acorralado, Sanchicorrota sacó un puñal y se quitó la vida.

A día de hoy, el viejo galope de los bandoleros ha sido sustituido por las bicicletas y las botas de trekking. Pero sobreviven las leyendas, y algunas de ellas llegan a los castillos que en su día poblaron la comarca, como el de Peñaflor. Entre sus muros, se dice, fue encerrada Blanca de Navarra por negarse a desposar al príncipe de Aragón.

Más moderna es la historia del polígono de tiro, un terreno que el Ejército del Aire emplea para las prácticas de sus pilotos y que se encuentra en la parte central del parque. Algo que ha provocado protestas y polémicas y que se une, de cualquier modo, al relato de este inmenso territorio salpicado de agujas de roca, grutas de ladrones y extensiones vacías.

No está demasiado claro si las Bardenas Reales forman un paraje de ensueño o de pesadilla. Pero nadie podría permanecer indiferente en mitad de un lugar así.

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