Por entonces se ponía a funcionar el actual faro de Punta Roncadoira, cuyo entorno es quizá el más majestuoso de todo el accidentado e impresionante litoral de Xove. Un litoral que puede recorrerse a pie por la Ruta del Cantábrico, entre precipicios y alfombras de hierba. Pero su enclave de mayor espectacularidad está en Morás, justo antes de que la costa se repliegue para formar la ensenada de San Cibrao.
Aunque no anda escasa Galicia de kilómetros de costa, y aunque en todos ellos actúan el viento, las mareas, las olas y el salitre, las alucinantes paredes graníticas de Morás resultan únicas. El mar y la erosión han cortado los acantilados, han penetrado en ellos excavando simas y han creado, de algún modo, una de esas obras naturales que hay que ver con los propios ojos.
El aspecto de parte de las moles se asemeja al de una enorme cartulina estrujada, y resulta tan característico que ha servido para bautizar al lugar como Acantilados de Papel. Desde cierta distancia, la formación más peculiar recuerda a un descomunal paje cuya cabeza fuera una roca que permanece en equilibrio sobre el abismo. Son fantasías que encajan bien con un lugar en el que debió de librarse, en el principio de los tiempos, alguna lucha entre gigantes y titanes.