Con un escenario y un pasado semejantes no era difícil que cuajase una iniciativa como el Arde Lucus, nacida en 2001 para retroceder dos milenios y evocar la esplendorosa urbe imperial. Durante tres días de junio, el recinto amurallado se inunda de tropas romanas, pobladores castrexos, monstruos mitológicos, nobles patricios, comerciantes, sacerdotisas y gladiadores. Todo es posible gracias a la implicación de los lucenses y su cuidado en que la fiesta, la diversión y las multitudes no afecten al rigor histórico y al sorprendente verismo logrado en la celebración.
El macelum, o mercado, es el punto de mayor ebullición y trasiego, pero la cantidad de actividades que se suceden durante las tres jornadas es tal que no resulta posible abarcarlo todo. La Cohors III Lucensium está acampada en la población, y también pululan tribus y clanes célticos junto a mercenarios, augures y hechiceros. Hay bodas romanas y celtas, y luchas a muerte en la arena. Hay asentamientos castreños, mercados de esclavos, catapultas y diablos sueltos por las calles.