Se dice que en esta zona habitó el pueblo prerromano de los zoelas, aunque no todos los estudiosos apoyan esa afirmación. Más claras son, como siempre, las huellas de Roma, que hizo pasar por aquí la vía XIX que unía Lucus con Asturica. Para que aquella calzada atravesara el río se construyó un puente que hoy, tras su reconstrucción medieval y sus modificaciones posteriores, es conocido como puente Gatín, nombre que le dio una de tantas leyendas surgidas en estos parajes.
Según se cuenta, había dos enamorados que vivían separados por el río, y al Diablo le faltó tiempo para aparecer y prometerles un puente que aliviara sus amarguras. Pero a cambio, la pareja debía entregarle el primer ser vivo que naciera en la casa que ambos compartiesen. Cuando ella quedó embarazada y el terrible destino parecía inevitable para el bebé, bajo aquel mismo techo fue a nacer una camada de gatos, así que el Diablo se tuvo que conformar, finalmente, con un minino en pago por sus servicios.
No es ese el único puente de Becerreá con una historia que contar. El de Cruzul fue proyectado por un ingeniero francés y construido en tiempos de Carlos III, y durante la Guerra de la Independencia, no muchos años después, las tropas napoleónicas escondieron al lado todo un arsenal al que los de aquí pudieron echarle el guante. Tantas eran las armas que, según se dice, muchos de los desagües de los fregaderos de la zona se acabaron haciendo con los cañones de aquellos fusiles.