CABO HOME

EL DIOS QUE MIRABA EL OCÉANO
Cangas do Morrazo – Pontevedra

El extremo occidental de la península de O Morrazo penetra en el Atlántico con su parte sur estirándose hasta casi tocar las islas Cíes. Esa zona acantilada y salvaje remata en el cabo Home, y desde sus alturas, sagradas para los antiguos, se domina buena parte de las Rías Baixas.

Caracola en Donón © viamagicae

La cabeza de esa abrupta lengua de tierra está partida en dos por una ensenada que forma la playa de Melide, una belleza de arenal arrimado a un pinar y separado de las Cíes por un par de kilómetros de azul marino. Seguramente es el lugar más amistoso de esta costa erizada de rocas que los marineros han temido desde antiguo. Fue ese temor lo que hizo nacer la leyenda de una criatura acuática que hundía los barcos, y cuyos enormes dientes aseguraban haber distinguido entre la espuma algunos supervivientes de naufragios. Se cuenta que un héroe logró acabar con el leviatán, y que las crestas rocosas que sobresalen de las aguas no son otra cosa que sus monstruosas púas petrificadas.

Unas piedras y una historia muy diferentes se encuentran en el monte do Facho, en Donón, que mira al océano desde la Costa da Vela. Vestigios de lejanos pobladores, santuarios y rituales, unidos a unas vistas estremecedoras, hacen de esta cima uno de los escenarios con mayor fuerza de todo el territorio gallego. Aquí, en un paraje apenas alterado por el hombre, perviven los dibujos que alguien trazó en la roca hace varios miles de años, y el rastro de la población que en la última Edad del Bronce cubrió estas laderas desde la cumbre hasta el pie.

Islas Cíes desde monte O Facho © viamagicae

Lo más visible, sin embargo, son los restos de un espectacular castro datado más adelante, en los siglos previos a la romanización. Se puede apreciar el tamaño de algunas de sus construcciones y lo que queda de unas murallas que, al decir de los estudiosos, protegieron un enclave de carácter místico.

Esa condición, la de lugar en el que comunicarse con los dioses, permaneció tras la llegada de Roma. Un nuevo santuario fue erigido en lo alto de O Facho mientras la cultura latina se enmarañaba con las creencias y los hábitos de los viejos pobladores, y el enclave acabó siendo destino de peregrinos que portaban aras votivas para el dios Berobreo. Eran subidas hasta aquí por los devotos, que las hincaban en la pendiente a modo de pequeños altares en ofrenda a la divinidad. Aquellas estelas de piedra, de las que nos han llegado casi dos centenares, llevaban grabado el nombre del dios y pedían salud para quien las ofrecía o para sus seres queridos.

Faro de Cabo de Home, Illa de Ons al fondo © viamagicae

Heredada y transformada por el cristianismo, la costumbre de rogar a una deidad sanadora sobrevivió al abandono del santuario. San Andrés sustituyó al pagano Berobreo y la zona de Hío continuó recibiendo fieles que replicaban las antiguas plegarias galaicorromanas. Pero en lo alto del monte sagrado, las aras se iban rompiendo, reutilizando y amontonando. El lugar y sus impresionantes vistas no dejaron, sin embargo, de ser interesantes desde el punto de vista estratégico. En pie sigue una garita que perteneció al puesto de vigilancia montado en esta cumbre durante el siglo XVIII.

El de O Facho es el santuario con más aras votivas en todo el territorio ibérico, y un espacio cargado de historia y misticismo. Algo único que sumar a la pura belleza del entorno de cabo Home

Faro rojo en punta Robaleira © viamagicae

Garita (siglo XVIII) © viamagicae

Castro de Donón © viamagicae

Ara votiva en santuario galaicorromano de O Facho © viamagicae