VILADONGA

EL PASADO QUE HABLA
Castro de Rei

El impactante castro de Viladonga, en A Terra Chá, revela poco a poco algunos secretos sobre los pobladores de la Galicia remota. A caballo entre los siglos de una y otra era, vivió durante la romanización su período más activo.

Vista aérea de Sos del Rey Católico © viamagicae

Tan cierto resulta que en la superficie del territorio gallego se distinguen más de tres mil castros, como que gran parte de la información sobre sus ocupantes parece estar, aún, lejos de aflorar.

Han cambiado, sin duda, muchas cosas desde que los viejos teóricos del regionalismo gallego se apresuraron a vincular estas pétreas estructuras con los pueblos celtas. Corría el siglo XIX y se trataba entonces de definir identidades más que de investigar con rigor..

Ese rigor llegaría más tarde, con excavaciones metódicas y estudios serios que harían avanzar nuestro conocimiento acerca de los castreños y que, al mismo tiempo, irían planteando nuevas y complejas preguntas sobre aquella cultura que levantó poblaciones en las cumbres, comerció con los fenicios y terminó mezclándose con Roma.

Detalle del castro © viamagicae

Pero ocurre que algunas de esas mágicas ciudadelas tienen más ganas de hablar con nuestro tiempo que otras. Y el castro de Viladonga, a una veintena de kilómetros al noreste de la capital lucense, ha resultado ser especialmente parlanchín. Situado en lo alto de una colina que se alza en A Terra Chá, el lugar no despertó demasiado interés hasta el hallazgo casual de un torques de oro, allá por 1911. Hubo, sin embargo, que esperar a los años setenta para que se iniciaran las excavaciones que tantos y tan valiosos resultados iban a ofrecer.

La morfología del poblado, con murallas, fosos, viviendas y almacenes fue revelándose poco a poco, junto a una enorme cantidad de materiales cuya importancia llevó a crear un museo que las organizara y expusiera. Una gran mayoría de esas piezas, entre las que hay casi dos millares de monedas, se ha fechado entre los siglos II y V de nuestra era, y eso nos sitúa en un enclave intensamente romanizado.

Entrada al castro de Viladonga © viamagicae

Señalan los expertos que, probablemente, los ocupantes de este lugar no llegaron a cruzar espadas con las legiones, y que lo ocurrido tras la llegada de los latinos debió de parecerse más a una política de pactos seguida de una lenta asimilación cultural. Pero aquel castro había tenido una vida anterior a su esplendor galaicorromano. Tan anterior que el reciente hallazgo de un gran aljibe, bajo la muralla, la ha hecho retroceder al menos hasta el siglo III antes de Cristo. Quizá entonces sus pobladores se parecían a aquellos fieros galaicos que, según Estrabón, despeñaban a los condenados a muerte y ponían a sus enfermos junto a los caminos, para consultar a los viajeros que hubieran padecido el mismo mal.

El yacimiento se localiza en el término municipal de Castro de Rei, cuyo territorio cuenta además con un puente de origen romano que debió de formar parte de la vía imperial entre Lucus Augusti y la costa. También aquí se ubica la laguna de Caque, un peculiar y pacífico humedal que se ha querido preservar de la acción humana y cobija multitud de especies protegidas. Ambos son lugares a los que acercarse tras recorrer con calma el imponente castro de Viladonga.

Laguna de Caque © viamagicae

Puente romano de Duarría © viamagicae