Se cuenta que un tal Pedro Fernández pidió dinero a un prestamista judío, quien lo denunció al ver que terminaba el plazo y la cantidad no le era devuelta. El asunto causó la excomunión del deudor, que finalmente devolvió el dinero. Tiempo después, Fernández se sintió gravemente enfermo y quiso comulgar, pero la hostia no quería despegarse de la patena y el sorprendido sacerdote preguntó al moribundo si se hallaba en pecado. Pedro confesó su excomunión, el religioso lo absolvió y pudo por fin administrarle el sacramento.
La degradada Frómista de los siglos XVI y XVII parecía tener un futuro muy escaso, pero le traería cierto aliento la construcción del Canal de Castilla. Hacia el final del Siglo de las Luces, aquella obra luchaba contra el aislamiento de las tierras castellanas dándoles comunicación con el litoral. Resultan todavía impresionantes las esclusas que se pueden ver en la villa y servían para hacer posible el paso de las embarcaciones.
Sin embargo, si hay una estampa emblemática en la población es el templo de San Martín de Tours. Su belleza no es menor que su importancia histórica, a pesar de que el aspecto actual se deba, en parte, a la reconstrucción iniciada en 1895. El cimborrio octogonal y las torres cilíndricas le dan un carácter peculiar a una maravillosa iglesia que, al decir de los expertos, ocupa un lugar importante en el románico europeo.