LA GREAT OCEAN ROAD

Australia

Una de las carreteras más bonitas del mundo. Eso es lo que suele decirse de la Great Ocean Road, una ruta de casi 250 kilómetros que recorre parte de la costa de Australia atravesando parajes de impactante belleza entre acantilados, pueblos pintorescos, bosques venerables y paraísos del surf. .

Ya hace más de un siglo que terminó la Primera Guerra Mundial, y en ella tomaron parte varios centenares de miles de soldados australianos. Los que pudieron regresar a su país tras la contienda, se encontraron con un panorama difícil y un grave problema de desempleo que iba a ser aliviado por el proyecto de una gran carretera en la costa sureste. La obra pretendía conectar poblaciones que entonces se encontraban aisladas y abrir una nueva vía de transporte con la que impulsar la actividad económica. Además, la labor de los veteranos de guerra serviría de hom

Great Ocean Road: Los Doce Apóstoles © viamagicae – Gloria Tejero

El trabajo resultó terriblemente duro por lo agreste de la región, y para completarlo fueron necesarios los trece años que van de 1919 a 1932. En el momento de la inauguración, había no pocos tramos de acantilado con riesgo para los conductores, pero la carretera iría mejorándose con el tiempo sin perder nunca su carácter. Ha sufrido daños por derrumbes, incendios y tormentas, y a día de hoy continúa siendo una de las más genuinas y espectaculares rutas por asfalto del planeta.

Las enormes olas de Bells Beach, una playa emblemática para los surfistas, saludan a quienes empiezan la aventura en el pueblo de Torquay para recorrer el trayecto de Este a Oeste. En el largo tramo que lleva hasta el cabo de Otway y que es conocido como Costa del Surf, hay increíbles vistas y un puñado de lugares que merecen una parada. Entre ellos están las Erskine Falls, cerca del acogedor pueblo de Lorne, y Kennett River, uno de los mejores sitios de toda Australia para ver koalas en libertad.

Great Ocean Road: Los Doce Apóstoles [2] © viamagicae – Gloria Tejero

Más adelante queda Apollo Bay, un muy buen punto de partida para descubrir los exuberantes bosques prehistóricos del Parque Nacional de Otway. El cabo al que debe su nombre ese espacio conserva el antiguo y famoso faro que desde 1848 iluminó unas aguas realmente peligrosas, con oleajes y tempestades que causaron multitud de desastres marinos en los siglos XIX y XX. Para llegar a él se atraviesa una zona en la que también resulta fácil encontrar koalas durmiendo en las ramas de los árboles.

Great Ocean Road: Los Doce Apóstoles [3] © viamagicae – Gloria Tejero

Lo que viene después es la llamada Costa de los Naufragios, plagada de pecios, playas salvajes y formaciones rocosas de caliza que han generado asombrosos monumentos naturales. El más conocido, sin duda, es el de Los Doce Apóstoles, un grupo de colosales pilares de roca que rondan los cincuenta metros de altura y se han convertido en la imagen más clásica de la Great Ocean Road. Pero también impresionan lo suyo Loch Ard Gorge, The Grotto, la idílica Bay of Islands o London Arch, que se llamó London Bridge hasta el desplome de la pasarela de roca que le daba nombre.

Poco antes de Port Fairy, hacia el final de la ruta, es posible pasear entre canguros, emúes y más koalas en la reserva de Tower Hill. Una nueva ocasión de ver vida animal en un trayecto que, de un modo o de otro, discurre siempre muy cerca de ella y da la oportunidad de observar aves, delfines, ornitorrincos e incluso ballenas.

Great Ocean Road: Los Doce Apóstoles [4] © viamagicae – Gloria Tejero

Quien recorra estos parajes podrá, además, aproximarse a la cultura de los aborígenes australianos, cuyas tribus poblaron durante largo tiempo la región del estado de Victoria por la que hoy serpentea la Great Ocean Road. Pero en la historia del territorio tienen también peso los muchos convictos británicos que fueron trasladados aquí, y la vida de uno de ellos, William Buckley, nos ha llegado como relato insólito de aquellos tiempos y aquel país inexplorado. Traído a estas costas en 1803, Buckley, que rondaba los dos metros de altura, consiguió escapar de los guardias y vagó durante meses hasta encontrar una tribu nativa que lo acogió y con la que acabó viviendo durante más de treinta años. Después de todo ese tiempo, volvió al encuentro de los británicos, recibió el perdón por sus pasados delitos y trabajó como explorador e intérprete, pero nunca acabó de sentirse a gusto con sus antiguos compatriotas. Su odisea quedó recogida en el libro The Life and Adventures of William Buckley.

La Great Ocean Road, como ves, no es solo panorámicas y playas que quitan el aliento. También es naturaleza palpitante, inmensos espacios vacíos, villas pesqueras, historias de naufragios y condenados y rastros de una cultura escasamente conocida. Todo está en esos 243 intensos kilómetros que forman ya parte del patrimonio nacional australiano.

Great Ocean Road: Bells Beach © viamagicae – Gloria Tejero

Great Ocean Road: Bells Beach [2] © viamagicae – Gloria Tejero

Great Ocean Road: Bells Beach [3] © viamagicae – Gloria Tejero

Great Ocean Road: Torquay © viamagicae – Gloria Tejero

Great Ocean Road: Torquay [2] © viamagicae – Gloria Tejero

Great Ocean Road: Torquay [3] © viamagicae – Gloria Tejero