Aquí se levantará, a principios del siglo XIII, un espléndido ejemplo de ese estilo. Se trata de la Iglesia de Vilar de Donas, cuyos muros acogen las tumbas de varios caballeros de la orden de Santiago porque el templo, en origen, formó parte de un monasterio vinculado a esa orden.
En su interior se conservan frescos góticos que, al parecer, fueron realizados para el Año Santo compostelano de 1434. Eran los tiempos de Juan II, un rey que trató de favorecer y proteger a quienes recorrían la peligrosa ruta que llevaba al sepulcro del apóstol.
Pero el municipio de Palas de Rei tiene, en realidad, dos monumentos emblemáticos. Uno piadoso y otro guerrero. Uno es esa iglesia y otro el Castillo de Pambre, verdadero tesoro de la arquitectura defensiva medieval. Se dice que lo erigió Gonzalo Ozores de Ulloa hacia finales del siglo XIV, tras recuperar espada en mano las tierras que había perdido. Y se dice también que su construcción fue tan rápida que todo se hizo en una noche; gracias a quién sabe qué artes mágicas, por la mañana apareció una enorme fortaleza donde la tarde anterior no había más que roca.
El castillo corona un promontorio en una de las márgenes del río Pambre. Cuenta con varias torres almenadas de planta cuadrada y unas impresionantes murallas que, en algunas zonas, tienen varios metros de espesor. Podemos admirar todas esas cosas porque la Revuelta Irmandiña no se las llevó por delante en 1467, lo que hace de este castillo una excepción en tierras gallegas. Una rareza que, además, ha sido embellecida por las leyendas y los relatos que con los siglos han ido brotando en torno a sus piedras.