El mirador se alza cuatrocientos metros sobre las aguas del río y permite ver sus siempre impresionantes cañones separando las tierras de Lugo y Ourense. Muy cerca está una ermita, construida hace algunos años en recuerdo de la antigua capilla que aquí existió y que también estaba dedicada a San Amaro. Pero antes, mucho antes de que fuera levantado aquel santuario, hubo en estas cumbres un asentamiento castrexo del que hoy solo quedan leves vestigios. Toda esa remota historia de la zona permanece, en realidad, oculta entre los viñedos de San Martiño de Doade, los recovecos del Sil y el verde de los robles y los castaños.