LA MONTAÑA MÁGICA

A Coruña

Si tiene Galicia un monte sagrado, ese es el Pindo. Si hay un lugar en que confluyen los mitos y leyendas de esta tierra, ese es el coloso granítico que domina las costas que un día fueron del fin del mundo.

A Moa © viamagicae

El Pindo comparte nombre con un monte de Grecia a cuyas cumbres, según la mitología, escaparon los centauros. Y nadie podría poner en duda que está a la altura de semejante topónimo. Las fantásticas formaciones de piedra que jalonan la ascensión no las han modelado el viento ni la lluvia; cualquiera sabe aquí que son resultado de encantamientos que dejaron petrificados a druidas, guerreros, obispos y demonios. Aunque también haya versiones que afirman que el Pindo no se formó como los demás montes; que es, en realidad, un gran meteorito que se rompió en pedazos y dejó este caos de granito amontonado a poca distancia del mar.

 

Pero aunque no resulte fácil distinguir qué ha hecho la naturaleza, qué la magia y qué el trabajo de los hombres, lo cierto es que las manos humanas actuaron aquí desde muy antiguo, y en la no tan lejana Edad Media se hincaron en el Pindo castillos de los que poco se sabe. El de San Xurxo debió de erigirse para defender la costa de los ataques piratas y terminó arrasado por la revuelta irmandiña en el siglo XV. Ni siquiera sus escombros escaparon a la fantasía que impregna todo el paraje, porque fueron movidos, removidos y escarbados para buscar el tesoro de la legendaria reina Lupa, a quien la tradición vincula también con este monte.

O Guerreiro © viamagicae

Otros relatos populares sitúan aquí grutas de dragones, hablan de una raza de gigantes que habitó el lugar en tiempos remotos o dan cuenta de cuevas en las que se juntaban las brujas en aquelarre y se contaban sus últimas hechicerías. También, según parece, se practicaron rituales de fertilidad a los que se refirió el padre Sarmiento, uno de los autores que prestaron atención al enclave y a su especialísimo carácter.

Desde los pobladores de origen céltico, a cuyos cultos ancestrales se ha asociado siempre el lugar, hasta los maquis que durante la Guerra Civil buscaron refugio en la laberíntica montaña, parece difícil encontrar alguna referencia del pasado galaico que no se acomode, de una u otra forma, a las piedras del Pindo.

O Guerreiro [1] © viamagicae

En lo más alto está A Moa, una singular superficie plana cuyas oquedades se llenan con la lluvia para obrar otro prodigio más, pues se dice que el agua recogida en ellas tiene propiedades mágicas. Las mismas que, sin duda, tiene la vista desde esta cima situada a más de seiscientos metros de altura; una atalaya para contemplar en silencio la inmensa playa de Carnota y la costa sinuosa y recortada hasta la punta de Fisterra, otro topónimo de sabor mítico.

No deja de tener algo de intimidante el camino entre las rocas sagradas del Pindo. A esa sensación contribuye la inscripción que permanece donde estuvo el castillo de Penafiel y que ordena a reyes y religiosos alejar a todos de este lugar bajo pena de excomunión. Pero ni con eso se acaban las historias sobre la montaña: en ella, dicen algunos estudiosos, también pudo ubicarse una de las tres ‘aras sestianas’, cuyo emplazamiento siguen discutiendo los investigadores y que fueron erigidas para honrar la victoria del emperador Augusto en las guerras del brumoso norte hispano.

A Moa a vista de pájaro © viamagicae

Podríamos, en realidad, quedarnos con la cuarta parte de lo que sabemos o intuimos acerca del monte Pindo. Seguiría habiendo motivos sobrados para considerarlo uno de los lugares más insólitos y fascinantes de Galicia.

O Bispo © viamagicae

El pie de dios © viamagicae

Formaciones graníticas © viamagicae

O Demo © viamagicae

Vista de Fisterra desde el monte © viamagicae