LIÉRGANES

LA CUNA DEL HOMBRE PEZ
Cantabria

Escondida en los valles cántabros, la villa de Liérganes reúne la arquitectura montañesa con los palacios barrocos de su pujante siglo XVII. Pero ni la belleza de ese entorno ni la de esas piedras han podido vencer a la mágica historia del hombre que se volvió pez.

Estatua del hombre pez de Liérganes © viamagicae

Los verdes valles pasiegos ha sido recorridos por pastores desde tiempos remotos, pero el brillo de Liérganes, tesoro de la comarca, no resulta especialmente antiguo. Aunque conserva huellas románicas en la iglesia de San Pantaleón, su historia como villa empieza pasada la Edad Media, con los fulgores del Renacimiento y algunos palacios erigidos por personajes de fortuna.

El gran despegue llega en el siglo XVII, cuando se instala una fábrica de cañones destinados a los buques de la armada real y las defensas costeras del menguante imperio español. Liérganes se hace importante con la artillería, y el barroco llega justo a tiempo para que los linajes recién enriquecidos levanten mansiones con las que mostrar su prosperidad. Algo parecido harán los indianos, siglos después, y unas y otras construcciones se juntarán en la villa con casas montañesas, puentes e iglesias para formar un interesantísimo casco histórico.

Pero antes, Liérganes habrá tenido que reponerse al declive de la fundición artillera. El relevo viene de las aguas de la zona, cuyas bondades frente al reumatismo y los problemas respiratorios son conocidas desde antiguo. Así que, en la segunda mitad del siglo XIX, un balneario abre ofreciendo aire puro, bosques y tratamientos curativos. Consigue atraer a muchos visitantes, y alrededor brota una nueva Liérganes, dedicada ahora al cuidado y entretenimiento de los bañistas. Teatros, casinos y paseos acogen a elegantes damas y caballeros con chistera, y llegarán, ya en el nuevo siglo, a recibir a los mismísimos reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia.

Puente mayor © viamagicae

Pero ni monarcas, ni cañones, ni baños han dado a la villa pasiega tanta singularidad como una leyenda que hoy recuerda cierta figura en bronce, posada en la orilla del río.

Hay un nombre real en esa leyenda: Francisco de la Vega Casar. Así se llama el joven que, en la víspera del día de San Juan de 1674, se acerca al Miera con unos amigos y desaparece dando brazadas río abajo. A pesar de ser un experto nadador, no regresa, por lo que transcurridas las horas y los días, y luego de varias búsquedas infructuosas, se le da por ahogado.

Cinco años más tarde, unos pescadores divisan en las aguas de la bahía de Cádiz una criatura acuática que parece tener forma humana. Tras muchos intentos, consiguen atraerla y subirla a bordo para comprobar, asombrados, que se trata de un hombre cuyo cuerpo está parcialmente recorrido por escamas.

Sin saber muy bien qué hacer, lo llevan a un convento y allí permanece semanas mudo hasta que pronuncia una palabra: ‘Liérganes’. Los frailes investigan y consiguen dar con la pista del pueblo cántabro, ofreciéndose uno de ellos a acompañar al insólito ser hasta las tierras del norte.

Francisco, sigue la leyenda, es reconocido por su familia y se queda en el pueblo. Pasa algunos años allí, mostrando un carácter ausente y melancólico, y un día vuelve a desaparecer en el mar; esta vez para siempre.

Casas Rañada y Portilla © viamagicae

Iglesia de San Pantaleón y picos de Busamprio (popularmente, ‘Tetas de Liérganes’) © viamagicae