MUXÍA

LA MAGIA CRISTIANIZADA
A Coruña

El santuario de la Virgen de A Barca se posa en un lugar que fue de dioses y ritos antiguos. Junto a la iglesia, sobrenaturales piedras siguen produciendo su magia entre la inspiración panteísta, el culto mariano y los peregrinos que continúan camino de Fisterra.

Santuario de la Virgen de A Barca © viamagicae

Dijo el padre Sarmiento que aquí, en Muxía, la gracia y la naturaleza habían competido en milagros. Y no le faltaba razón. Si el escenario ya resulta abrumador, una remota tradición mística dio significados a sus enormes piedras e hizo brotar templos de su suelo. El que hoy se mantiene en pie es solo el último de los que sucedieron a la pequeña ermita erigida hace novecientos años. Fue edificado a principios del siglo XVIII, y a su exterior, más bien sobrio, se añadió un barroco y exuberante retablo que resultaría carbonizado por un incendio en la Navidad de 2013.

Pero las creencias son inmunes al fuego. Según cuenta la leyenda, el apóstol Santiago se sentía desmoralizado porque su esfuerzo evangelizador en la región no daba muchos frutos, y la Virgen llegó a esta costa, tan próxima al Finis Terrae, para confortarle y darle ánimos. Había cruzado las olas en una barca de piedra cuyos restos (la vela, el casco y el timón) continúan hoy descansando en torno al santuario.

A Ferida © viamagicae

El culto a las piedras mágicas viene, eso es seguro, de tiempos muy anteriores al cristianismo. Las rocas oscilantes se usaban en rituales de fertilidad, probaban la inocencia de los acusados de un crimen o despejaban las dudas sobre la virginidad de una doncella. También las peñas horadadas tenían su papel en el viejo mundo céltico, curando enfermos y aliviando males.

En Muxía se cristianizó el prodigio, y en adelante, la imponente ‘pedra de Abalar’, vela de la nave mariana, solo podría ser movida por quienes estuvieran en gracia de Dios. Aquellos que padecieran dolencias reumáticas o de riñones, se deslizarían por debajo de la ‘pedra dos Cadrís’ hasta nueve veces, provistos de toda su fe. Y un tercer cuerpo rocoso, la ‘pedra do Temón’, completaría los pedazos del barco legendario con más virtudes curativas y protectoras.

Santiago, María y las remotas divinidades naturales conviven pacíficamente en el santuario de A Barca, y ojalá nunca hubiesen tenido que compartir esta costa con la mole de A Ferida, un monolito erigido en recuerdo del desastre ecológico del Prestige. Pero algo más curioso, y menos dramático, espera al visitante en la parroquia de Ozón: junto a la iglesia románica de San Martiño un hórreo compite, gracias a sus veintisiete metros, con los de mayor longitud de toda Galicia.

‘Pedra dos Cadrís’ © viamagicae

‘Pedra de Abalar’ © viamagicae

Interior del santuario © viamagicae

Hórreo de San Martiño de Ozón © viamagicae