OLITE

EL SUEÑO DEL REY
Navarra

Uno de los palacios más grandes, asombrosos y extravagantes de la Europa de principios del XV: eso es lo que un monarca adelantado a su tiempo hizo construir en la señorial villa navarra de Olite.

Vista de la villa con la silueta del palacio a la derecha © viamagicae

Los romanos, que estuvieron en todos los sitios, también estuvieron aquí. Y fortificaron el cerro con un perímetro defensivo que encerró la primera historia de Olite. Más tarde, los godos aprovecharon aquellas piedras y la población se empezó a sumergir en la Edad Media y sus guerras sin fin.

Sin embargo, Olite se las arregló para brillar y prosperar, y tanto prosperó que Carlos III el Noble, rey de Navarra, emprendió en la villa lo que acabaría siendo un proyecto colosal.

Comenzaba el siglo XV y Eriberri, que es el otro nombre de Olite, vivía su edad dorada con Carlos al mando. Un monarca singular, con gusto por los libros y las artes, escasa tendencia a batallar e interés en tender puentes y entablar relaciones amistosas con los reinos vecinos. El fiero guerrero medieval empezaba a dejar paso al sofisticado y cortesano príncipe renacentista, y el palacio de los Reyes de Navarra, promovido por Carlos III, iba a ser el exacto reflejo de esos cambios.

Palacio de los Reyes de Navarra © viamagicae

Tras multitud de obras, reformas y añadidos, emergió un fantasioso y descomunal complejo palaciego erizado de torres y miradores, con cientos de suntuosas estancias, galerías, estanques y jardines a cuya principesca exuberancia se añadieron aves exóticas e incluso fieras salvajes traídas de tierras lejanas. En semejante lugar pululaba una corte ruidosa y divertida que se abandonaba al lujo y se entretenía con bufones, torneos, música, fiestas y cacerías.

Las cosas no acababan ahí, porque Carlos III el Noble también tenía, al parecer, la intención de comunicar ciertos edificios reales con un entramado de túneles y pasadizos subterráneos del que Olite aún conserva una parte, y por cuyas cavidades, según se cuenta, se podía cabalgar.

Palacio de los Reyes de Navarra [2] © viamagicae

El palacio Real fue perdiendo poco a poco brillo y protagonismo a partir de la derrota de Navarra frente a Castilla. Ya estaba seriamente deteriorado cuando, durante la Guerra de la Independencia, un general ordenó incendiarlo para evitar que fuera ocupado y aprovechado por las tropas francesas. Así se consumió lo que quedaba del emblema medieval de Olite. Sin embargo, tras un largo siglo de abandono iba a iniciarse el proyecto de reconstrucción que nos devolvería, al menos parcialmente, el aspecto exterior del palacio que hace seiscientos años asombró a Europa.

La silueta del recuperado coloso domina el entorno mientras, en el casco antiguo de la villa, las piedras renacentistas y barrocas conviven con las medievales y las mansiones nobles se alternan con espléndidos monumentos religiosos. La iglesia de San Pedro, que nació románica, se hizo después casi tan gótica como la de Santa María la Real, pero ambas maravillas quedan más cerca de nuestros días que de los de la muralla romana cuyo trazado también se conserva. Veinte siglos tienen los restos de los lienzos levantados por el imperio, y bajo el aspecto actual de la torre del Chapitel, otro de los símbolos de Olite, está uno de aquellos recios baluartes.

Portada de Santa María la Real © viamagicae

Detalle de la portada de Santa María la Real © viamagicae

Detalles en la iglesia de Santa María la Real © viamagicae

Tímpano de la iglesia de San Pedro © viamagicae