SAN PEDRO DE ROCAS

LAS CUEVAS QUE SE VOLVIERON IGLESIA
Esgos – Ourense

Los bosques del municipio ourensano de Esgos guardan una anciana y asombrosa reliquia. A diferencia de otros monumentos de la Ribeira Sacra, San Pedro de Rocas no impresiona tanto por la armonía de la arquitectura como por el vértigo de los siglos.

Espadaña © viamagicae

Aunque existe aquí todo un conjunto monacal, son los restos de la antiquísima iglesia lo que hay que ver sin excusa y sin prisas. Tan toscos y primitivos como fascinantes, están muy alejados de la estilización y el refinamiento que alcanzaría el arte religioso en épocas posteriores. Porque lo que había en este lugar, allá por el siglo VI, era poco más que cuevas excavadas en la roca para cobijar a un grupo de hombres piadosos. Sus nombres fueron grabados en una lápida en el año 573.

Es una de las referencias más tempranas del paso de la vida solitaria de los ermitaños a las pequeñas comunidades de los cenobitas. Pero el rastro de aquel remoto puñado de cristianos se perderá, y el lugar quedará abandonado hasta que, a finales del siglo IX, un caballero lo encuentre mientras persigue a un animal.

Espadaña [1] © viamagicae

Gemodus, que así se llama ese personaje entre la historia y la leyenda, queda sacudido por el descubrimiento y decide retirarse del mundo para vivir aquí, orando y haciendo penitencia. Pronto se le unen algunos compañeros, y de nuevo una comunidad religiosa se asienta en este paraje idílico. Con el tiempo, el pequeño monasterio de Rocas recibirá favores y donaciones de varios monarcas y dependerá en unas épocas de San Estevo de Ribas de Sil, y en otras de San Salvador de Celanova.

Aprovechando las viejas cuevas se construye, hacia el siglo XII, una iglesia de tres naves que llega a nuestros días tras mil incendios y calamidades. En una de sus paredes se abre un hueco que quizá alojó el sepulcro del legendario Gemodus, y aparece también una pintura mural insólita por lo que en ella se representa: un mapa del mundo realizado a finales del siglo XII, y que al parecer quería ilustrar la dispersión de los apóstoles en su misión evangelizadora.

El mismo suelo del santuario está surcado por tumbas antropomorfas, y otras más se encuentran en el exterior de la iglesia, en lo que quizá fue el atrio del monasterio medieval. Los desastres borraron el rastro de aquel edificio, y junto a la iglesia se levanta hoy la casa prioral, una construcción del XVII.

Espadaña [2] © viamagicae

Pero si existe una imagen inconfundible de San Pedro de Rocas es la del campanario, cuya espadaña está hincada en lo alto de un gran peñasco con un arco en su parte más baja. Se quedó sin campanas cuando, tras un incendio devastador, se tomó la decisión de trasladarlas a la vecina Quinta do Monte.

Desde el místico conjunto parte un camino que lleva a la fuente de San Bieito, cuyas aguas, se dice, son capaces de curar cualquier verruga con una ayudita de la fe. Solo hay que poner la piel en remojo y rezar un padrenuestro. Y recordar que, seguramente, pocos lugares hay tan propicios como este para un milagro.

Espadaña y entrada al camino Real © viamagicae

Interior Iglesia © viamagicae

Tumbas antropomorfas © viamagicae

Tumbas antropomorfas © viamagicae