Dicen los peregrinos que el camino entre Triacastela y Sarria atraviesa algunos de los paisajes más bellos del trayecto a Compostela. Pero cada caminante debe tomar aquí una decisión y, por tanto, sacrificar algo: puede seguir el recorrido más recto, por el norte, o hacer algunos kilómetros más por la ruta alternativa que conduce al extraordinario monasterio de Samos.

Iglesia de Barbadelo, Sarria © viamagicae

Una de esas primeras hospederías la fundaron los monjes benedictinos en las duras montañas lucenses; en un alto que hoy hace de puerta de entrada a Galicia para quienes recorren el Camino Francés. O Cebreiro, situado a 1300 metros, ya había sido lugar de paso de las vías romanas y tenía una historia aún más remota, con pobladores que vivían en pallozas mucho antes de la llegada de las legiones. Sin embargo, sería la ruta jacobea lo que marcaría para siempre a la aldea.

La iglesia y el monasterio ya estaban en pie pocas décadas después del descubrimiento del sepulcro compostelano, y se cuenta que los religiosos hacían sonar las campanas para orientar a los peregrinos en la espesa niebla de las montañas. En el siglo XI, Alfonso VI de León puso el lugar en manos de los monjes franceses de Aurillac, y el Camino se fue consolidando al tiempo que el santuario de O Cebreiro era favorecido por los sucesivos monarcas con donaciones y privilegios.

Tímpano de la iglesia de Barbadelo © viamagicae

La de la izquierda es notablemente más larga, pero tiene sus recompensas. Acompaña al río que unos llaman Sarria y otros Oribio y, tras atravesar algunas antiquísimas parroquias, alcanza el monasterio de San Xulián de Samos, una especie de reliquia llegada desde los tiempos de los suevos.

Se dice que el monasterio lo fundó San Martín de Dumio y que en él pasó su infancia Alfonso II el Casto, quien había de ser el primer peregrino a Santiago. Pero al Samos medieval se lo tragó el fuego, y sobre sus restos se construyó, entre los siglos XVI y XVIII, el grandioso conjunto monacal que hoy podemos ver. El claustro de Feijoo, llamado así en honor del intelectual benedictino, está entre los mayores de España, pero seguramente el de las Nereidas lo supera en encanto y belleza. De las sirenas esculpidas en su fuente se cuenta que no eran muy del agrado de las autoridades eclesiásticas, que las consideraban poco apropiadas para el lugar. Se decidió entonces su retiro, pero el peso de las figuras aumentó de manera incomprensible cuando los trabajadores intentaron moverlas, y no hubo más remedio que dejarlas en su sitio.

Iglesia de Santa María de Ferreiros, Paradela © viamagicae

En Samos también hay que ver la botica y la biblioteca, la fachada barroca de la iglesia y el órgano que se guarda en su interior. Hay que buscar la burlona inscripción («¿Qué miras, bobo?») grabada en el techo del claustro más antiguo, y una zarza sin espinas cuya antecesora, según la leyenda, escondió los pinchos cuando san Benito cayó sobre ella.

Dejando atrás el monasterio se llega a Aguiada, donde el camino vuelve a ser uno y los peregrinos se disponen a entrar en la villa de Sarria. Y no se trata de una villa más en el Camino, entre otras cosas porque la separan de Santiago poco más de cien kilómetros: los mínimos exigidos para obtener la conocida Compostela. Eso lleva a numerosas personas a emprender su marcha precisamente aquí, uniéndose a las que llegan desde puntos más lejanos y haciendo de Sarria un auténtico hormiguero de caminantes.

El municipio sarriano está salpicado de castros y de iglesias románicas, y el Camino hizo que desde muy antiguo abundasen también los hospitales para peregrinos. Pensando en su protección se fundó también una orden medieval (llamada de la Penitencia de los Bienaventurados Mártires de Cristo) que ocupó el espléndido monasterio de la Magdalena. Fue erigido en el siglo XIII y es, seguramente, el edificio más emblemático de la villa, pero no el único destacado. De la misma época es la iglesia de San Salvador y también la vieja fortaleza de Sarria, aunque esta fue arrasada por la Revuelta Irmandiña y reconstruida después. Entre sus muros hicieron noche los Reyes Católicos, Carlos V y Felipe II, y de ella solo queda en pie una espectacular torre de quince metros y la escalera que lleva hasta su cima, que conserva los escudos de armas de varios linajes poderosos.

Vale también la pena ver la iglesia de Santa Mariña, ya del XIX, y las muchas casas blasonadas que la vieja hidalguía sarriana dejó en el casco histórico; sin olvidar la conocida Escaleira Maior y a Ponte da Áspera, que mantiene varios de sus arcos medievales. Son solo algunos de los atractivos de una población cuyo origen se remonta al siglo XII y que debe al Camino buena parte de su identidad y su belleza.

Samos: peregrina llegando al monasterio de San Xulián de Samos © viamagicae

Monasterio de San Xulián de Samos, a vista de pájaro © viamagicae

Monasterio de San Xulián de Samos: fuente en el claustro de las Nereidas © viamagicae

Monasterio de San Xulián de Samos: fuente en el claustro de las Nereidas, detalle © viamagicae

Monasterio de San Xulián de Samos: fuente en el claustro de las Nereidas, detalle [2] © viamagicae

Monasterio de San Xulián de Samos: botica © viamagicae

Monasterio de San Xulián de Samos: lectura en el refectorio; a la derecha, un monje explica la inscripción «Qué miras, bobo» © viamagicae

Monasterio de San Xulián de Samos: claustro de las Nereidas © viamagicae

Monasterio de San Xulián de Samos: pinturas murales en el claustro de Feijoo © viamagicae

Monasterio de San Xulián de Samos: pinturas murales en el claustro de Feijoo [2] © viamagicae

Sarria: Torre do Batallón © viamagicae

Sarria: subiendo la Escaleira Maior © viamagicae

Sarria: monasterio de la Magdalena © viamagicae