Sos nació en mitad de la guerra y del conflicto. Primero fueron los enfrentamientos entre cristianos y musulmanes, y después las mil y una disputas entre los reinos medievales de Aragón, Castilla y Navarra. Siempre estuvo Sos en territorios fronterizos y durante siglos no vivió otra cosa que episodios bélicos, así que el embrión de la villa tenía que ser un castillo. Y se construyó con madera, un material que solo el tiempo iría convirtiendo en piedra.
En cuanto hubo fortaleza y murallas se quiso un templo, claro. La iglesia de San Esteban continúa hoy junto al castillo de la Peña Felizana con su claustro, su portada románica y su espléndida cripta cubierta de pinturas góticas. También continúan siete de las puertas del perímetro fortificado que se trazó para proteger ambas construcciones y las casas que iban creciendo a su sombra. Uno de sus siete nombres, el portal del Mudo, ya anuncia una historia que es al mismo tiempo leyenda: la de un joven de la villa al que las tropas napoleónicas torturaron para obligarle a hablar y que, según cuenta la tradición, mordió con rabia su propia lengua y la escupió a los pies de sus verdugos.
Los estudiosos discuten todavía sobre el origen del topónimo de las tres letras, pero acerca de la referencia a Fernando el Católico, añadida oficialmente a principios del siglo XX, poco hay que discutir. El monarca de Aragón nació en Sos porque su madre, la reina Juana, decidió ir a dar a luz a la villa. Lo hizo en el palacio de los Sada, uno de los ilustres emblemas de la población, en el año 1452.