Aunque Toro cuenta con un remoto pasado celtíbero, su historia conocida arranca a finales del siglo IX, cuando el lugar es repoblado por cristianos que consiguen asentarse en un territorio más que complicado. A medida que las épocas pacíficas van siendo menos raras, la villa prospera y llega a ser importante para los que tienen el dinero, los que manejan la espada y los que enarbolan las cruces. Y serán estos últimos los que acaben erigiendo el majestuoso emblema de la ciudad.
Corre el siglo XII y los constructores del nuevo templo buscan inspiración en la cercana catedral de Zamora. Pero Santa María la Mayor supondrá un trabajo largo y duro, y van a ser varios sus maestros de obras y varias las corrientes estilísticas que definan su traza y modelen sus piedras. Parece que el primero de los maestros románicos, responsable de la espectacular cabecera con tres ábsides, fue muy audaz en sus planteamientos e ideas, mientras el segundo habría sido más conservador.