En Samos también hay que ver la botica y la biblioteca, la fachada barroca de la iglesia y el órgano que se guarda en su interior. Hay que buscar la burlona inscripción («¿Qué miras, bobo?») grabada en el techo del claustro más antiguo, y una zarza sin espinas cuya antecesora, según la leyenda, escondió los pinchos cuando san Benito cayó sobre ella.
Dejando atrás el monasterio se llega a Aguiada, donde el camino vuelve a ser uno y los peregrinos se disponen a entrar en la villa de Sarria. Y no se trata de una villa más en el Camino, entre otras cosas porque la separan de Santiago poco más de cien kilómetros: los mínimos exigidos para obtener la conocida Compostela. Eso lleva a numerosas personas a emprender su marcha precisamente aquí, uniéndose a las que llegan desde puntos más lejanos y haciendo de Sarria un auténtico hormiguero de caminantes.
El municipio sarriano está salpicado de castros y de iglesias románicas, y el Camino hizo que desde muy antiguo abundasen también los hospitales para peregrinos. Pensando en su protección se fundó también una orden medieval (llamada de la Penitencia de los Bienaventurados Mártires de Cristo) que ocupó el espléndido monasterio de la Magdalena. Fue erigido en el siglo XIII y es, seguramente, el edificio más emblemático de la villa, pero no el único destacado. De la misma época es la iglesia de San Salvador y también la vieja fortaleza de Sarria, aunque esta fue arrasada por la Revuelta Irmandiña y reconstruida después. Entre sus muros hicieron noche los Reyes Católicos, Carlos V y Felipe II, y de ella solo queda en pie una espectacular torre de quince metros y la escalera que lleva hasta su cima, que conserva los escudos de armas de varios linajes poderosos.
Vale también la pena ver la iglesia de Santa Mariña, ya del XIX, y las muchas casas blasonadas que la vieja hidalguía sarriana dejó en el casco histórico; sin olvidar la conocida Escaleira Maior y a Ponte da Áspera, que mantiene varios de sus arcos medievales. Son solo algunos de los atractivos de una población cuyo origen se remonta al siglo XII y que debe al Camino buena parte de su identidad y su belleza.