La devoción del Malo por este lugar fue tan intensa que su corazón, tal como dejó dispuesto, descansa en el ábside central; justo al lado de la espléndida talla románica de Santa María de Ujué que el mismo rey ordenó revestir de plata.
Aquel soberano también quiso dar a Ujué una universidad, y aunque no lo consiguió, sí logró hacer de su templo un monumento de rara grandeza y espacios realmente inusuales como los que forman los pasos de ronda con los pórticos. Es, precisamente, la portada sur otra de las maravillas del santuario fortificado; una obra cimera del gótico navarro en la que, según se dice, podría estar representado el propio rey, de rodillas al lado de la Virgen.