WAMBA

DOS MIL CALAVERAS BURLONAS
Valladolid

Un cubículo en el que el rostro de la muerte se repite millares de veces. Un macabro y rotundo recordatorio de nuestra fugacidad. El mayor osario conservado en España está en la iglesia de Santa María de Wamba, a pocos kilómetros de Valladolid, y aún no se ha desentrañado el porqué de tan espeluznante colección.

Calaveras apiladas en el osario © viamagicae

La pequeña población de Wamba tiene al menos dos peculiaridades: su nombre y su iglesia. El topónimo, único que empieza por W en todo el territorio español, proviene de su remoto pasado visigodo. Se cree que fue aquí donde murió el monarca Recesvinto, en el año 672, y donde el ya anciano Wamba fue elegido para sucederle. En honor a este último, la vieja villa de Gérticos cambió su nombre por el que había de llegar a nuestros días.

 

Por delante quedaban la decadencia, la invasión musulmana, la mezcla cultural, la reconquista cristiana, la repoblación del territorio y algunas cosas más. Sobre los restos del templo que los visigodos habían levantado, se erigió en el siglo X un monasterio cuya iglesia empezó siendo mozárabe y acabó siendo románica. Por eso en su interior conviven, todavía, arcos de herradura y magníficos sillares encajados hacia el siglo XII, cuando todo pasó a manos de los caballeros hospitalarios de la Orden de San Juan de Jerusalén.

Calaveras apiladas en el osario [1] © viamagicae

Quizá por entonces la orden empezó a enterrar aquí a sus miembros, o quizá es otro el origen del enorme osario. El caso es que durante cientos de años, entre la Edad Media y la Moderna, se fueron acumulando los huesos de varios miles de difuntos que terminaron dando lugar a una capilla de ánimas en la que se rogaba por su salvación. La tétrica estancia que hoy recubren calaveras, fémures y tibias cuidadosamente apilados muestra, sin embargo, solo una parte de lo que llegó a haber. Con el resto se cargaron dos camiones que el doctor Gregorio Marañón ordenó llevar a la Facultad de Medicina de Madrid a mediados del siglo pasado.

Pero no todos los despojos mortales están confundidos en esa anónima y escalofriante montonera, porque Santa María de Wamba contiene también una tumba real. En ella fue enterrada Urraca de Portugal, esposa del rey Fernando II de León, que llegó a ingresar como freira en la Orden de San Juan de Jerusalén. En su capilla hay un simbólico pilar que se une a los múltiples elementos y significados que alberga este templo, también situado, por cierto, en el camino a Compostela.

Calaveras apiladas en el osario [2] © viamagicae

Arruinado el antiguo monasterio tras la desamortización, la iglesia de Wamba pudo mantenerse en pie gracias a su uso para el culto parroquial. Pero si algo queda claro es que no se trata solo de un monumento interesante por su cabecera mozárabe, su portada románica o las señales de la poderosa orden militar que lo controló. Es su osario lo que le da un carácter único. Un osario infinitamente más elocuente que todas las locuciones (‘tempus fugit’, ‘carpe diem’, ‘memento mori’…) que los eruditos latinos acuñaron para recordarnos lo breve de nuestro paso por este mundo.

Calaveras apiladas en el osario [3] © viamagicae

Miguel Angel en el osario © viamagicae

Calaveras apiladas en el osario [4] © viamagicae

Calaveras apiladas en el osario [5] © viamagicae

Exterior iglesia de Santa María de Wanda © viamagicae

Capilla de la Reina Urraca © viamagicae

Capilla de la Reina Urraca [1] © viamagicae

Pinturas murales © viamagicae