El primitivo templo fue abandonado a finales de los años veinte del siglo pasado, cuando se construyó la actual iglesia parroquial de Portocelo.
Otra piedra que continúa sugiriendo preguntas es la que llaman O Pau da Vella, en la Serra do Buio. Y la primera de esas preguntas es, precisamente, si se trata de una cruz, de una estela antropomorfa o incluso de un ara anterior a la cristianización de estos lugares. De poco más de un metro de altura, se sabe que en su día sirvió de referencia para marcar los límites de los municipios de O Valadouro, Cervo, Xove y Viveiro, pero acerca de su cronología y su función original no existe una pista clara. Quizá por eso también abundan las leyendas y las historias sobre este pequeño monumento. Según una de ellas, los clérigos de las cercanías se reunían una vez al año para comer en torno a la cruz, sentados en círculo. También se cuenta que, en el mismo lugar, los representantes de las parroquias de la zona acordaban, en la noche de San Juan, el reparto de las moscas para cada casa, de manera que no sobrasen ni faltasen.
Los relatos legendarios de Xove llegan hasta el monte Medela, que algunos consideran aquel célebre Medulio en el que, tras aguantar el asedio romano hasta el límite, los resistentes celebraron un último festín y se arrojaron al fuego.
El recorrido por el municipio no estará completo sin pasar unas cuantas horas en la playa de Esteiro, tranquilo arenal de agua transparente, y sin acercarse al Pozo da Ferida, un bucólico escenario formado por las aguas del Xudreiro y escondido en la espesura.